Corrían los años 50 y el mundo comenzaba a dejar una etapa
atrás, apostándose por la renovación el progreso. La guerra mundial había
terminado y la vida era buena. Las familias trabajaban, viajaban, jugaban, todo
era perfecto y adecuado, y esa imagen también se reflejó en el maquillaje y en
la moda. Tras los años de angustia y penurias, la mujer pudo volver a vivir en
la tranquilidad de su hogar, darse pequeños gustos y ser coqueta. La mujer de
esta época debía ser una excelente ama de casa, esposa, madre y mujer, y todo
ello debía quedar, además, reflejado en su aspecto, debía estar IMPECABLE
siempre. Se produce una vuelta al esplendor, aparcando el estilo austero de los
años de la guerra.
El cabello se llevaba corto, a media melena o largo, pero
siempre marcando ondas y bucles y con un acabado pulido y brillante.
Tras La Segunda Guerra Mundial surge una serie de adelantos
en cuanto al maquillaje se refiere, se crea el primer fondo de emulsión fluida
llamado “Fluid Make-up” por parte de
la casa Gemey con el cual el rostro
queda más natural que en décadas anteriores, evitando la teatralidad.
Las cejas son uno de los puntos protagonistas del maquillaje
de los años 50, éstas pasan a ser gruesas y perfiladas, adquieren el clásico
pico, llamado “ala de paloma”,
maquillándolas en tonos tirando a oscuros.
Los ojos se resaltan con eye-liner negro, fino en la zona
del lagrimal y grueso hacia el exterior del ojo, con un rabillo ascendente que
rasga la mirada. Las sombras son luminosas, fundamentalmente azules, verdes o
marrón chocolate marcando la cuenca del ojo. Y las pestañas se maquillan con
máscara de pestañas y, a ser posible, se utilizan pestañas postizas.
La piel se muestra aterciopelada. La base de maquillaje ya
no es tan clara y se utiliza un tono similar a la piel o incluso un tono que dé
efecto bronceado.
Los labios se perfilan con exageración, sobrepasando incluso
la línea natural del mismo para que parezcan más gruesos. La tendencia es
separar ligeramente la forma de corazón del labio superior y los colores con
los que se maquillan son intensos, el más popular es el rojo.
Los pómulos se acentúan por debajo, para crear volúmenes,
con un tono teja.
La diva más representativa es Marilyn Monroe. El lunar que luce sobre el labio también se puso de
moda.
En la estética de la moda, esta década marcó un punto de
inflexión. Por primera vez en la historia la imagen femenina se dividió,
apareciendo dos tipos de mujeres, que según su estilo, seguían la moda, aunque
con apariencia bastante distinta.
Estaban por un lado las mujeres sofisticadas, con ropas de
adulto, elegantes, y vestidas de alta costura por Balenciaga, Dior o Givenchy.
En la prensa del momento, las modelos que reflejaban estos arquetipos de
mujeres, eran arrogantes, muy delgadas y muy maquilladas.
Por otro lado, el otro grupo lo formaban mujeres jóvenes,
casi adolescentes, de cara redonda y aspecto sano, con media melena suelta, o
peinados básicos, vestidas con ropas informales y holgadas, tales como
vaqueros, pantalones Capri, jerseys anchos, bermudas, faldas amplias, zapatos
bajos y bailarinas.
Pero a pesar de estas diferencias, en muchas ocasiones, era
la propia mujer la que adoptaba los dos estilos. Embutida en un sofisticado
vestido de Alta Costura y tacones de aguja, para asistir a fiestas, o camisas
holgadas, pantalones y zapato plano para la vida diaria. Encontramos ejemplos en las actrices de moda
de la época como Brigitte Bardot o Marilyn Monroe, encarnando esta nueva
dualidad.
Pero el porqué de esta división de estilos (inedita en el
mundo de la moda hasta entonces), se explica básicamente en que los diseños
inspirados en la Alta Costura no complacían
a las jóvenes de clase media, quienes empezaron a reclamar una nueva y
concreta imagen para ellas.
Como respuesta a esta necesidad comenzaron a surgir en
Estados Unidos diversas modas juveniles: inspiradas en la ropa de deporte,
rock´n´roll, las estrellas de cine, etc.
En cuanto al vestir: escotes de corazón pronunciados,
hombros descubiertos, faldas y pantalones de talle alto, busto realzado, y por
supuesto, zapatos de tacón alto.
Los vestidos están destinados a marcar cintura y pecho, es
por ello que son de amplios vuelos o faldas muy estrechas.
Respecto a los complementos, el más importante de la década
fue el cinturón ancho, con el cual las mujeres, comprimían y resaltaban su
cintura.
Igualmente, los pañuelos, guantes, tocados y bolsos eran
accesorios casi obligados. Los pañuelos se volvieron imprescindibles, para
aquellas mujeres que conducían coches descapotables, y buscaban proteger su
peinado.
Las orejas quedaban al descubierto para poder lucir joyas
como aros grandes y con mucho brillo que se combinaban con collares de perlas
de una o dos vueltas.
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